Comunidades
La comunidad asentada en el PNR Volcán Azufral Chaitán, se caracteriza por la ancestralidad y multiculturalidad proveniente de dos culturas, la nativa y la occidental. La hibridación de los rasgos propios de cada cultura, trae consigo la identidad del indígena Nariñense, específicamente de la comunidad indígena del Nudo de los Pastos. Más allá del contexto físico y geográfico, la cultura representa la connotación del ser, por ello la cultura y la comunidad constituyen la esencia del territorio. Si bien es cierto la categoría de resguardo es propia de la colonia española, esta modalidad persiste en la actualidad, representando un gran peso en las tradiciones y formas de organización de las comunidad indígena Pastos. En el área de influencia se encuentran tres asentamientos de indígenas, los cuales registrados ante el IGAC, están ubicados en área de páramo, por otra parte el Ministerio del Interior certifica mediante la resolución 0422 de 31 octubre de 2011 la presencia de grupos étnicos en zonas de proyectos, actualmente la existencia de resguardos coloniales e indígenas, es evidente y se registran en las localidades, es decir en los Esquemas de Ordenamiento Territorial EOT.
La cultura y los resguardos personifican las formas de pensar, sentir, actuar, conocer y armonizar la vida misma en relación a la naturaleza, de ahí que los detalles cotidianos se encuentren íntimamente correspondidos a la madre naturaleza, desde las expresiones colectivas, hasta el accionar del individuo, representan el simbolismo de la ancestralidad y sincretismo histórico.
El aspecto cultural se hace un eje importante en el marco de lo inmaterial, por cuanto el asentamiento de las comunidades indígenas y campesinas, es representado por la historia y la tradición cultural frente a la armonía con la naturaleza, enfocada a las zonas de páramo con ritos sagrados, como el lavado de varas, siendo una herencia cultural en la reorganización de los resguardos y cabildos, hecho que recuerda un pasado que se adapta a las condiciones actuales marcadas por la era moderna; la simbiosis inmersa entre la cultura y la naturaleza se distinguen en las costumbres, por ende el territorio y la territorialidad, reflejan la identidad de la comunidad y la forma de apropiación del espacio.
Las comunidades campesinas de El Espino y Panamal, veredas pertenecientes al municipio de Sapuyes comparten sus ancestros, pues según la historia, el territorio estuvo ocupado por la tribu de los Paguayos, siendo su cacique Sapuyana y el cacique supremo de éste, el gran cacique Colimba, que a su vez era el comandante de las tribus Quillasingas; Vivian de la agricultura, cultivaban papa, ulluco, oca y de la caza de venados, sachacuyes, torcazas; adoraban a la luna, fabricaban esculturas en piedra a los que rendían culto, construían sus casas en la cima de las montañas; posteriormente hacia el año 1.536, llegan los españoles, sometiéndose pacíficamente Sapuyana a don Sebastián de Benalcázar, a quien se reconoce finalmente como fundador del municipio de Sapuyes.